En el artículo anterior nos planteábamos si una ecoaldea es, hoy, una opción viable a un sistema neoliberal a punto de colapsar. A una vida de desigualdades, individualismo feroz y consumismo voraz, a un sistema que nos roba el tiempo, la ilusión y la alegría de estar vivas, que nos impide dedicarle atención y cariño a los que más queremos, a nuestras hijas e hijos, a nuestra familia, a nuestras vecinas y compañeras de vida.
La respuesta, para nosotras, es clara: sí, claro que la hay. Durante nuestro viaje por una docena de ecoaldeas del país conocimos a cientos de personas que se esfuerzan día a día por buscar un mundo mejor, más ecológico y sostenible, una vida más colectiva y cercana basada en el apoyo mutuo. A cientos de personas que han dado el salto y se empeñan en hacer esa vida realidad. Que han creado comunidades sostenibles y comunitarias, económicamente viables, en las que ponen el acento en el nosotras, en vez de en el yo. Personas que se esfuerzan por construir alternativas de vida más solidaria y respetuosa.
Ese viaje nos transformó la vida y nos decidió a lanzarnos a la aventura: crear una ecoaldea en el rural ourensano, en Galicia.
Pero ¿cómo lo vamos a hacer? ¿Cuál es nuestro proyecto, en qué momento estamos, qué pasos estamos dando, qué viene a continuación?
De todo esto te hablamos en nuestro artículo de hoy.
¿Qué es una ecoaldea?
Empecemos por el principio: ¿de qué hablamos cuando decimos que queremos montar una ecoaldea?
Aunque las definiciones son infinitas, la idea central es clara: una ecoaldea es una comunidad intencional, esto es, un grupo de personas que deciden voluntariamente —esa es una de las claves— vivir juntas en un lugar determinado, con un propósito y una forma de vida compartidas.
El impulso que las mueve suele ser el mismo en todos los casos: una búsqueda de alternativas viables frente a un sistema que se basa en el mito del progreso económico ilimitado, el individualismo, la depredación del medioambiente y el consumismo, y que hace aguas por todas partes.
La forma de vida a la que aspiran también es común: frente al modelo económico impuesto por el capitalismo neoliberal, las ecoaldeas son asentamientos humanos que aspiran a la autosuficiencia (económica, alimentaria, energética…), que tienen una clara vocación de autogestión comunitaria basada en el respeto por la diversidad, la horizontalidad y el apoyo mutuo, y que pretenden vivir de forma sostenible en contacto directo con la naturaleza.
¿Cuáles son nuestros objetivos?
Nuestro caso se ajusta muy bien a las ideas básicas de una ecoaldea. Pretendemos:
- Formar parte de una comunidad que anteponga el nosotras al yo. Crear tribu, vivir para y con las demás, apoyarse y realimentarse mutuamente.
- Vivir en un contexto rural, ecológica y económicamente sostenible, integrado en la naturaleza y que potencie el valor de la simplicidad.
- Desarrollar actividades económicas comunes que sirvan de soporte y den autonomía al proyecto comunitario, compatibles con las actividades económicas individuales de los miembros de la comunidad.
- Alcanzar el mayor grado posible de soberanía alimentaria, económica y energética.
- Implicarnos socialmente en el entorno a través de actividades de apoyo, activismo, ecología y fomento de la cooperación y la protección de la naturaleza, buscando crear alternativas sostenibles al sistema imperante.
- Construir un proyecto que fomente la creatividad artística y cultural y el debate intelectual como forma de comunicarnos e implicarnos con nuestro entorno.
¿Cuál es el proyecto?
La forma final dependerá de las personas que se están sumando, pues este es ante todo un proyecto de vida comunitaria que pretende tomar las decisiones de forma colectiva. Todas estas cuestiones las tendremos que decidir de forma comunitaria entre las personas que finalmente nos lancemos a la aventura. Aun así, nuestra propuesta inicial se basa en las estructuras de cohousing o covivienda, una serie de casas agrupadas y complementadas con extensos espacios comunitarios. Paso a paso:
- Elegir algún tipo de fórmula jurídica que permita la compra y el usufructo colectivo de un espacio rural de unos 5.000-10.000 m2. La fórmula que barajamos por el momento es la de cooperativa con cesión de uso, en la que la cooperativa es la propietaria y las personas tienen derecho de uso indefinido, un derecho que se puede transmitir por herencia y se puede vender a través de la cooperativa.
- Seleccionar y adquirir el terreno. Hemos decidido instalarnos en Ourense por motivos que explicaremos después.
- Construir en ese espacio un conjunto de módulos habitacionales (uno por núcleo familiar, entendiendo por tal una o varias personas que desean vivir juntas), casas de unos 70 m2 con todos los espacios necesarios para la vida (habitaciones, sala de estar, baño, cocina...). Alguno de estos módulos puede ofrecerse en alquiler.
- Edificar un edificio colectivo central, la casa común, con los servicios básicos: cocina y comedor comunitario, lavandería, espacios para reuniones y talleres, habitaciones para invitados...
- Dedicar el resto del terreno a espacios comunes: talleres de artesanos, huertas colectivas, invernadero, plaza pública, zona de recreo, zonas de juegos...
¿Por qué el rural ourensano?
Galicia es una tierra privilegiada en muchos sentidos: posee un clima mucho menos lluvioso de lo que muchos imaginan (especialmente en Ourense, donde llueve menos de la mitad que en el norte de la comunidad), suele escapar de las terribles olas de calor que asolan el resto de la Península (y que cada vez son más frecuentes, por obra y gracia del cambio climático) y cuenta con agua abundante (¡por el momento!).
Sin embargo, pese a la imagen idílica que de Galicia vende la propaganda oficial (y que en buena medida está instalada en el imaginario colectivo), la realidad es muy diferente: hay extensas zonas de la comunidad que son desiertos ecológicos en los que la cubierta vegetal original ha sido sustituida por interminables plantaciones de eucaliptos, que impiden la proliferación de la vida vegetal y animal autóctona. Las provincias de A Coruña, Pontevedra y el norte de Lugo están invadidas por el eucalipto. En estas zonas apenas quedan especies caducifolias, que son las propias del bosque atlántico: robles, castaños, abedules, tilos, fresnos, avellanos, nogales... Tampoco queda apenas fauna autóctona: corzos, zorros, comadrejas, lobos, garduñas, tejones...
Sin embargo, en el rural ourensano apenas existen eucaliptos, y la fauna autóctona goza de una considerable vitalidad. Especialmente en la zona en la que queremos instalarnos (y en la que ya vivimos): el triángulo comprendido entre Allariz, al norte, Celanova, al oeste, y Xinzo de Limia, al este. En estas comarcas, especialmente en los municipios de Rairiz de Veiga y Vilar de Santos, en buena parte declarados Reserva de la Biosfera, todavía se puede atisbar la Galicia que una vez fue: un territorio de pequeñas aldeas, bosques autóctonos, campos y prados repletos de vida. Cada día salimos con nuestro perro a recorrer la zona y rara es la jornada en que no vemos corzos, tejones, zorros, jabalíes...
Por si fuera poco, estas comarcas gozan de un clima envidiable, de veranos de 30 ºC e inviernos mucho menos lluviosos que los del norte. Un paraíso en la tierra que descubrimos el año pasado, cuando dimos el salto de la ciudad y decidimos comenzar nuestra aventura.
Pero mejor que lo veas tú misma...
¿En qué momento estamos?
En la actualidad vivimos en una pequeña aldea (de media docena de vecinos) a cuatro kilómetros de Celanova, un lugar idóneo para explorar la zona en busca del emplazamiento definitivo. En este momento estamos enfocadas en la creación del «grupo semilla», las personas con las que poner en marcha el proyecto.
Desde hace varios meses estamos realizando una intensa labor para ponernos en contacto con personas interesadas, recibirlas en nuestra casa para conocernos y profundizar en el proyecto e ir concretando los pasos a dar. Esa es nuestra prioridad este verano, con la idea de que en el otoño podamos reunir a todas las personas interesadas para establecer plazos y decidir la forma definitiva de la ecoaldea.
Al mismo tiempo, estamos, por una parte, seleccionado los posibles emplazamientos y hablando con los ayuntamientos para analizar la viabilidad y su posible colaboración, y por otra analizando las posibilidades constructivas, seleccionando modelos de vivienda y constructoras.
Como veis, este es un proceso largo, una apuesta de vida, que requiere de mucho esfuerzo, participación y toma de decisiones. No tenemos prisa. Sabemos que lo fundamental es consolidar un grupo humano sólido, crear lazos de amistad e ir avanzando poco a poco.
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