¿Qué se supone que es ser normal?

Puede que no reparemos en ello, pero nuestra vida, como miembros de una comunidad, gira en buena medida en torno a lo «normal». Ya sea para rechazarlo o para ansiarlo, ya sea porque nos consideran fuera o dentro, «lo normal» es el criterio que dibuja fronteras y pertenencias, que incluye o excluye, que acepta o rechaza.

Pero ¿qué es ser normal? ¿Cómo se establece ese criterio? ¿Qué sentido último tiene? Sobre todo ello reflexiona en este texto nuestra autora y colaboradora Patricia Mariño Rodríguez

Te dejamos con el artículo. Y recuerda que agradeceremos mucho tus reflexiones, dudas o planteamientos en los comentarios.

 

¿Qué se supone que es ser normal?

por Patricia Mariño Rodríguez*

 

El individuo actual (si es que podemos llamarlo individuo) hace depender enteramente su propia estimación del hecho de poder venderse o no, de si existe o no demanda de su persona. Por este motivo, su sentido de la identidad, su confianza en sí mismo, no dependen de una apreciación de sus verdaderas cualidades concretas, de su inteligencia, sinceridad, integridad, humor, cualesquiera que sean, sino de que su sentimiento de seguridad y de su propia valía dependen del hecho de tener éxito de ventas. Así, naturalmente, siempre está inseguro, siempre persigue el éxito y, cuando el éxito no está a la vista, se vuelve frenéticamente inseguro.

La patología de la normalidad, Erich Fromm

 

Con profundo agradecimiento por su ayuda a un gran profesor, de esos que saben mucho y aman su profesión, que el año pasado dio clase a mi hija Lúa en el CEIP A Gándara de Monforte: Oscar Gallardo Amiama.

Patricia Mariño

 

Vivimos en un mundo en el que necesitamos poner etiquetas, parece que es un mecanismo para sentirnos seguros y distinguir lo desconocido, lo diferente, lo que nos molesta, aunque también lo que nos agrada y nos atrae. A veces, esas etiquetas pueden ser un lastre muy pesado. Sin que nos demos cuenta, muchas veces utilizamos la etiqueta «normal», para hablar de personas, y cuando a una persona no la consideramos «normal», en ocasiones, la estamos apartando, la miramos con desconfianza, con miedo incluso, a veces simplemente no la comprendemos, no sabemos cómo interactuar con ella.

Según el diccionario de la Real Academia Española, «normal» significa, seleccionando las acepciones que nos interesan en este momento:

  1. adj. Dicho de una cosa: Que se halla en su estado natural.
  2. adj. Que sirve de norma o regla.
  3. adj. Dicho de una cosa: Que, por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano.

Pero ¿qué es una persona normal? Puede haber tantas definiciones como personas, porque se trata de una cuestión muy subjetiva. Vivimos en un mundo que se rige por determinadas normas y costumbres, que establece una serie de condicionamientos que no se adaptan a todos y todas. Podría pensarse que están pensados para la mayoría, para la gente «normal». Pero ¿esto es realmente así?

Volvemos al principio: ¿qué es ser normal?, ¿ser cómo la mayoría?

Todo depende. La cuestión es: ¿realmente el funcionamiento de la sociedad se adapta a la mayoría, o hay una mayoría que tiene una mayor capacidad para adaptarse a este funcionamiento?

 

La normalidad cultural

Hablemos de lo que supuso en su momento el colonialismo. Se sometieron otros continentes y se impuso la cultura, la religión, el régimen político, económico, el idioma... de la potencia colonizadora. Además, en muchos casos se exterminó a las poblaciones indígenas. Por haberse expandido de esa forma, la cultura europea se toma hoy como referencia, se establece como la norma. A menudo se comenta que cuando vienen personas de otros países y culturas a vivir a España, han de adaptarse a vivir como se hace aquí. Establecemos entonces un muro entre ellos y nosotros: «para aceptaros tenéis que comportaros como los de aquí, tenéis que dejar atrás vuestras costumbres».

Pero, si volvemos al colonialismo, las potencias europeas conquistaron otros continentes e impusieron un modo de vida diferente en ellos destruyendo otras culturas, otras costumbres, otros pueblos. Se les obligó a cambiar a pesar de que estaban en su país, en su mundo.

Somos nosotros, el mundo occidental, los que marcamos cómo hay que ser y vivir, somos el paradigma de la normalidad, el modelo a seguir. «Nosotros somos la normalidad, vosotros sois los que tenéis que cambiar y adaptaros a nuestra cultura». Pero ¿por qué? ¿No sería mejor y más enriquecedor una convivencia diversa, una en la que podamos aprender los unos de los otros, en la que todos aportemos algo, un entendimiento y no mirar con miedo al «diferente»?

Más recientemente se ha impuesto, además, un imperialismo cultural, tanto desde Europa como desde EE. UU., sobre todo desde este último. La tecnología, principalmente internet, ha hecho llegar a todos los rincones las películas, series, libros… que reflejan un modo de vida que poco a poco se va asimilando por imitación, creando la necesidad de vivir en un mundo irreal que se acaba imponiendo y sintiendo como un ideal. Hoy en día contribuyen mucho a esto también las redes sociales, una cuestión que daría para otro artículo, pero que ahora voy a aprovechar para considerarlas difusoras de este deseo de imitación de una «normalidad» prototípica que en realidad no creo que exista. Todo esto hace que los estándares a los que muchas veces se aspira, y que se sienten como normales, sean totalmente artificiales. Hace que cada vez se genere más insatisfacción y que nos marquemos unos objetivos para vivir de acuerdo con esa norma o «normalidad». Con lo que vuelvo de nuevo a la pregunta del principio: ¿seguimos pensando que lo normal es lo más habitual, lo estadísticamente más frecuente, o es un artificio inventado y divulgado?

 

La normalidad política

Si hablamos de ideología política, aunque no sé si podría calificarlo exactamente de dicotomía entre lo que no es normal y lo que no lo es, hay un claro antagonismo entre los «nuestros», los que piensan de forma correcta y tienen los valores adecuados y «los otros» los que están equivocados. Es una forma un poco simplista de nombrarlo, puede que la mayoría de la población no esté dispuesta a un enfrentamiento con el de enfrente, ese que piensa diferente, pero en muchas ocasiones son las propias élites las que animan y provocan ese enfrentamiento, son ellas las principales interesadas en provocar un malestar entre la población que divida.

Puede que sí, que sean ellas las que saquen provecho y se dediquen a alentar, por medio del control de los medios de comunicación, el odio, la desconfianza, el rencor. Entonces, sobre todo en el caso de ciertos sectores más intransigentes, se crea una división entre los que piensan como ellos y los que no: lo suyo es lo correcto, lo normal, y fuera de esta normalidad está lo aberrante, lo que hay que rechazar.

Puede que sea este uno de los puntos más conflictivos para determinar la normalidad, puesto que la ideología política es incluso en muchas ocasiones ignorada. Hay muchas personas que afirman no tener ideología política, porque supongo que confunden el concepto con ser apolítico y pretenden situarse en un escalafón superior desde el que observar y desde el que juzgar de forma imparcial. Pero a veces este tipo de personas son las más peligrosas, porque pretenden que, al considerarse neutrales, pueden analizar la realidad libres de prejuicios políticos.

En conclusión: sí, creo que para muchas personas las ideas políticas pueden determinar lo que es normal o no, y eso hace que sientan como ajenos y peligrosos a los que tienen unas ideas contrapuestas a las suyas.

 

La normalidad sexual

A menudo se tiene en cuenta la orientación y la identidad sexual para determinar o no la «normalidad» de las personas. Pero ¿por qué habría de ser así?

Si nos refiriéramos a un concepto biológico de la perpetuación de la especie, lo que tendremos que saber es que no somos la única especie del reino animal con este tipo relaciones. Una cosa es la sexualidad como parte de la reproducción y otra muy distinta el mantener relaciones con otros fines. En nuestra cultura tradicional se estableció un comportamiento estándar, ligado de forma muy fuerte a la religión, por el que se utilizaban las relaciones sexuales con el fin último de la procreación. Cualquier otro tipo de relaciones entre individuos, ya fueran del mismo sexo (homosexualidad) o con individuos de los dos sexos (bisexualidad) eran mal vistas y señaladas como antinaturales, ya que claramente no tenían una finalidad reproductora y sí placentera y, desde el punto religioso, pecadora. Eran individuos que iban contra lo establecido, que se desviaban de la forma en la que «Dios» creó al hombre y la mujer, por lo que eran rechazados.

 

La sexualidad animal

Pero en la naturaleza hay numerosos animales que tienen relaciones sexuales tanto con ejemplares de su mismo sexo como del contrario y que incluso, en ocasiones, se emparejan con especímenes de su mismo sexo para cuidar a sus crías.

Tenemos también el caso de los animales que tienen los dos sexos o cambian de sexo a lo largo de su vida. Este es el caso, por ejemplo, de los peces loro: nacen formando un grupo de hembras y la de mayor tamaño se acaba convirtiendo en macho para poder reproducirse. Dispone, pues, un harén de hembras para él solo. Pero, en algún momento, otra hembra puede cambiar de sexo también y disputar la supremacía a este macho, arrebatándole su harén de hembras. A esto se le conoce como hermafroditismo sucesivo de tipo protógino. El hermafroditismo, generalmente, se da cuando un ser vivo tiene a la vez un aparato sexual masculino y femenino o un aparato mixto. Esto ocurre por ejemplo en los percebes, los corales, los caracoles…, y, aunque nos parezca sorprendente, también en los seres humanos, en las personas que tienen el síndrome de Klinefelter1, por ejemplo, a los que se denomina individuos intersexuales. Aunque también hay más casos, personas que nacen con pene y tejido ovárico, o con hormonas diferentes a las que correspondería por sus genitales.

Ahora me voy a enfocar por ejemplo en el caso de los primates, ya que nosotros mismos nos encuadramos en dicha orden, con los que compartimos más porcentaje de ADN como chimpancés y bonobos. Según Frans de Waal, en su libro Diferentes, podemos aprender mucho sobre sexualidad y género fijándonos en ellos. Nos daremos cuenta de que hay mucho de biológico, no solo cultural.

En los chimpancés, el sexo tiene una finalidad más reproductiva, pero se ven casos de diferente identidad de género. Waal nos cuenta el curioso caso de la chimpancé Dona, que nació con genitales femeninos, pero con un físico más fuerte y unos ademanes y comportamientos masculinos. Al igual que los chimpancés machos, realizaba los típicos alardes, que son además una forma de imponerse a los demás chimpancés macho. Dona nunca tuvo hijos y nunca tuvo relaciones, ni con machos, ni con hembras. Pero siempre fue aceptada sin problemas. Relacionado con este caso, «se descubrió que una zona del cerebro conocida como núcleo del lecho de la estría terminal es dos veces más grande en los hombres que en las mujeres, y esta diferencia se replica en las personas transgénero según el género con el que se identifiquen».

En cuanto a los bonobos, estos primates son mucho más desconocidos que otros, a pesar de que son con los chimpancés los que tienen más porcentaje de ADN en común con nosotros. Parece que, al ser demasiado extraños, muchos primatólogos con prejuicios los excluyeron de sus análisis. Se trata de unos primates pacíficos entre los que en las hembras son las alfas (que se alían entre ellas; como los machos no lo hacen, dominan por superioridad numérica en un hermoso ejemplo de sororidad). Además, los bonobos incomodan por la importancia que tiene en su modo de vida la sexualidad, utilizada para mucho más que para procrear. Los bonobos practican sexo, ya sea con individuos del mismo sexo o del contrario, por placer, para pacificar, para mejorar sus relaciones sociales... ¿Cuánto podríamos explicar sobre nuestro comportamiento sexual si hubiéramos tenido más en cuenta a los bonobos, en vez de fijarnos tanto en los chimpancés?

 

La sexualidad en diferentes culturas

Si hablamos de diferencias culturales, en la actualidad o a lo largo de la historia, había pueblos nativos en América del Norte que creían que los individuos homosexuales o bisexuales tenían una doble alma femenina y masculina, y por este motivo los consideraban más dotados, ya que podían ejercer por igual las funciones de los dos.

Los mapuches2 no tenían una idea de identidad sexual que se limitara a considerar a las personas hombres o mujeres, era más amplia. Además, aceptaban que la sexualidad no se veía determinada simplemente por la anatomía ni por el sexo biológico.

A través del estudio de la mitología de diferentes culturas, y viendo las representaciones de sus dioses, podemos comprobar que las diferentes identidades y orientaciones sexuales estaban más normalizadas. Algo inevitable, pues tales dioses no dejaban de ser representaciones humanas.

Si pensamos, por ejemplo, en la antigua Grecia, nos resultan más familiares las relaciones que había entre los hombres, que era un ideal del amor (el hombre maduro y erudito que iniciaba a los jóvenes). También conocemos el caso de la poetisa Safo de Lesbos, que, aunque se tomó el nombre de la isla de Lesbos (de donde era originaria) para designar el amor y la sexualidad entre mujeres, en realidad en sus poemas hablaba del deseo indistintamente hacia el sexo femenino y masculino. Así pues, podría considerarse más bien bisexual o de orientación fluida.

En nuestra sociedad actual, tan sexualizada, no hay todavía una representación muy amplia de todo el espectro fuera de la heteronormatividad y de la identidad cisgénero. Por ejemplo, se deja fuera por completo la representación de personas asexuales e incluso arrománticas (que no tienen por qué darse los dos casos en las mismas personas)

Si estuviéramos en un contexto menos lleno de estereotipos y de referentes, podría aceptarse de forma más natural cualquier forma de identidad y forma de amar y relacionarse sexualmente. No queda más que aceptar que todos somos diferentes, e intentar no dejar fuera de la normalidad a nadie.

En este sentido, quiero matizar que también hay que dejar libertad a los niños para desarrollar su propia identidad de género y sexual. Muchas veces hay personas muy conservadoras que no aceptan que sus hijos, familia… sean de un género, orientación o identidad sexual diferente a la que se supone que han de tener por su sexo de nacimiento. Y, al contrario, a veces, para no caer en el conservadurismo, se intenta que los niños no se identifiquen con ningún sexo desde que nacen (pretendiendo que sean neutros). Es algo que puede resultar bastante confuso. Hay una parte que puede ser cultural, podemos desear que no se les bombardee en exceso con estereotipos, pero hay una parte biológica de la que no se puede dudar. Creo que lo importante es dejar que sean ellos mismos, y no manipularlos ni hacia una identidad rígida ni hacia una falta de identidad basada en la neutralidad en la que pueden sentirse perdidos. Si no se sienten a gusto con la identidad sexual asignada al nacer, siempre acabará saliendo a la luz y es importante acompañarlos y aceptarlos.

 

La normalidad física y mental

Cuando hablamos de la salud física o mental, también hay una gran tendencia a etiquetar como normales a los que no tienen ninguna enfermedad física o mental crónica o permanente. Esto hace que se tenga una posición muy paternalista o maternalista y capacitista3. Que una persona tenga una enfermedad física o psíquica no es motivo para que no pueda pensar, sentir y hacer lo mismo que los demás. A veces es cierto que tienen algunas limitaciones, pero para ello siempre se puede intentar adaptar el entorno o realizar una «construcción de nichos». Pero volvamos al principio: puede que esas limitaciones sean más evidentes en una sociedad concebida para ciertos perfiles, o para la que ciertos perfiles se adaptan mejor. Sobre todo, si pensamos en términos de máxima productividad en este mundo capitalista, donde lo más importante es el trabajo y el consumo.

Tal como dice el psicólogo Thomas Armstrong en su libro El poder de la neurodiversidad y que, según el artículo del psicólogo Ernesto Reaño hablando del libro El imperio de la normalidad del filósofo Robert Chapman, a partir de la revolución industrial, con la instauración de las máquinas como modelo de producción perfecta, el funcionamiento del ser humano se ha asimilado que debe imitar este comportamiento.

Cuando una máquina no funciona de la forma que se espera, y no optimiza su producción, se concluye que está averiada o no es apta para su funcionamiento. Al extrapolar esto a un ser humano, en un mundo de competitividad, de trabajo exhaustivo y pensando siempre en el fin último de la productividad, dejaremos fuera a quien no cumple estas expectativas. Vivimos pues en este sistema capitalista en el que no ponemos el bienestar común en el centro, sino que lo importante es seguir haciendo girar la rueda del trabajo intensivo, necesario para sostener este mundo tan consumista. Sin embargo, el biólogo y premio Nobel, Gerald Edelman asegura que: «El cerebro no es, en modo alguno, una máquina que recibe instrucciones, como un ordenador. El cerebro de cada ser individual es más bien como una selva tropical en la que abundan el crecimiento, la decadencia, la competición, la diversidad y la selección». Es por eso por lo que se acerca más a la biodiversidad que hay en la naturaleza que a un modelo frío de perfección creado de forma artificial por la humanidad.

Citando de nuevo a Thomas Armstrong y la obra anteriormente mencionada, lo que se debe ver, acercándonos ya ahora a la neurodiversidad4 de la que nos habla en su libro, son las potencialidades, en vez de quedarnos solo con los desafíos. Lo que se quiere poner relieve es que se reconozca y no se aparte ni estigmatice a los que funcionan de forma diferente. Es la falta de información, el enfocar siempre desde un punto negativo, de la enfermedad, de lo patológico, el motivo por el que nos asusta. De forma muy ingeniosa, Thomas Armstrong nos dice que «Una de las razones por las que los trastornos mentales que exploraremos (neurodiversos) han sido definidos como anormales por nuestra sociedad es porque violan uno o más de los valores o las virtudes sociales importantes: autismo (la sociabilidad), depresión (la felicidad), ansiedad (la tranquilidad), discapacidad de aprendizaje (la inteligencia) y esquizofrenia (la racionalidad)».

Probablemente, si conociéramos más los puntos fuertes y no los débiles de cada una de estas condiciones, no las temeríamos tanto.

 

Sobre el TDAH

Del TDAH se conoce más la impulsividad, la incapacidad para estarse quieto, la dificultad para concentrase. Se piensa que son personas vagas, problemáticas, e incluso que no son inteligentes. Pero esto ocurre igual en una persona que no tiene TDAH, este rasgo no viene dado por esta condición, no todos tenemos el mismo grado de inteligencia.

Muchas personas se sorprenderían al saber que las personas con TDAH son creativas, imaginativas, se les da bien la búsqueda de soluciones y sienten sus emociones con gran intensidad, tanto las que consideramos positivas como las negativas. Además, no es cierto que no se puedan concentrar, sino que la falta de dopamina hace que les cueste mucho concentrarse en lo que no les motiva, pero en cambio pueden hacerlo de forma muy intensa en lo que les apasiona (hiperfoco).

 

Sobre el autismo

Del autismo, se conocen, sobre todo, las dificultades para mantener la mirada (que no es algo negativo, pero sí algo que socialmente no está bien visto), la rigidez mental, las dificultades sociales, los comportamientos extraños y repetitivos (se llaman estereotipias y en realidad simplemente las hacen para relajarse, no tienen nada de malo), las dificultades en el habla, los intereses intensos y, en algunos casos, la falta de inteligencia. Pero el autismo es un amplio espectro, y al igual que una persona neurotípica puede no ser inteligente, lo mismo sucede con esta condición, no se define exactamente por esto.

Lo que no se sabe (o a veces sí, pero de forma muy estereotipada) es que son muy buenos fijándose en los detalles, se les dan bien los trabajos mecánicos, trabajan mejor con objetos que con personas (pueden ser muy buenos informáticos e ingenieros, por ejemplo). También se cree que no son empáticos, algo erróneo: lo que les cuesta es leer determinados comportamientos en los demás, pero sí son conscientes del sufrimiento de otra persona, lo sienten como propio y sufren mucho. Pueden especializarse y ser muy buenos en la profesión que elijan si esta es de su interés, ya que poseen la capacidad de hiperfocalización, al igual que en el TDAH, que hace que se especialicen de forma muy profunda en lo que les apasiona.

 

Sobre las dificultades de aprendizaje y las altas capacidades

En la dislexia, discalculia y otras dificultades de aprendizaje lo negativo que se ve es que no pueden aprender de la misma forma que los demás. Todo estudio hoy en día se hace a través de la lectura, y en las ciencias del cálculo. Pero son muy buenos aprendiendo de forma visual. Muchas veces son personas mucho más creativas y con formas de pensar mucho más innovadoras.

En el caso de las altas capacidades, normalmente lo que se ve más negativo es la dificultad para relacionarse, se les ve como genios inalcanzables, y no es así. Ese concepto de superdotado que todos conocemos es muy poco común. En realidad, las altas capacidades se definen por una mayor rapidez de procesamiento, una comprensión más profunda, unos intereses que normalmente otras personas no poseen. Incluso muchas veces se trata más de talentos simples, en los que hay algunas disciplinas en las que se destaca especialmente. Lo que ocurre con las altas capacidades es que se aburren si lo que tienen que aprender les parece muy simple y necesitan otro tipo desafíos o aprender de otra forma. Lo que está claro es que debería aprovecharse mejor las grandes potencialidades que tienen y, muchas veces es, al contrario, acaban por tener fracaso escolar.

Hoy en día, por fin, parece que se va conociendo un poco más sobre los perfiles neurodiversos, aunque hay para muchas personas para las que que esto es una moda y creen que se está sobrediagnosticando. Lo que en realidad sucede es que todo avanza y ahora resulta más fácil de detectar lo que antes nos pasaba desapercibido. Hoy, por fin, se habla más de ello, hay personas que están encontrando diagnósticos de adultos después de una vida sintiéndose diferentes, raros, que no encajan y que por esta causa tienen baja autoestima, han pasado depresiones, han vivido con ansiedad e incluso desarrollado enfermedades de sensibilización central5.

En la actualidad es posible encontrar en redes sociales, blogs, YouTube, etc., a personas que hablan de esto en primera persona, que además han profundizado por ser su gran tema de interés, y que facilitan información a la que de otra forma sería muy difícil acceder, pues muchos de los artículos y libros necesarios no están traducidos al español. Casos de esto son, por ejemplo, Beatriz Sánchez, con su página Mamá Valiente, la psicóloga Adeline Magnon, el también psicólogo Ernesto Reaño, Sara Codina (que ha contado su experiencia de diagnóstico tardío en autismo en el libro Neurodivina y punto) o la publicación especializada en autismo Autiblog. En alta capacidad tenemos a Silvia Fernández, a la que el diagnóstico le ha llegado en la adultez tras ser diagnosticadas sus tres hijas y que es divulgadora y escritora (autora de los libros Yo siempre os daré voz y Voy a cambiar el mundo por ti), entre muchos otros que os invito a descubrir.

Otra cuestión que hay que tener en cuenta es que puede darse el caso de que coincidan más de un perfil neurodiverso en una persona, puede haber comorbilidades (la presencia de dos patologías a la vez en una misma persona, algo que cuando se asocia con alta capacidad se denomina «doble excepcionalidad», la alta capacidad acompañada de otra neurodiversidad, o múltiple excepcionalidad, cuando la alta capacidad se acompaña de otras dos o más neurodiversidades).

La psicóloga Adeline Magnon, tiene una forma novedosa de hablar de la neurodiversidad en la que teoriza sobre que más que condiciones separadas, se podría considerar la neurodiversidad como un complejo en el que cabe todo, sin separar entre TDAH, autismo… Lo que vendría a decir es que una persona no tiene altas capacidades, TDAH, autismo, sino que una persona es neurodiversa, no son necesarias más clasificaciones.

Esto me hace reflexionar que en realidad y en general la mente de todos es muy heterogénea, quizá en el futuro ya no se diferencie entre personas neurodiversas y personas neurotípicas. Creo que en realidad hay muchas más personas de las que pensamos que podrían encuadrarse dentro de estos perfiles, aunque no les impidan de una forma tan significativa adaptarse en este mundo que nos ha tocado vivir. Muchas veces, sin llegar lo que se denomina «trastorno», se tienen rasgos de personalidad que se acercan a cada uno de ellos. Un ejemplo de algo que se denomina «rasgo de personalidad» es lo que la doctora Elaine Aron denominó «personas con alta sensibilidad». Se trata de individuos en los que su sistema nervioso percibe y procesa más información sensorial simultanea por lo que pueden captar más sutilezas y detalles, tienen una alta emocionalidad y empatía, procesamiento profundo y pueden llegar a sobreestimularse. Curiosamente esto coincide con muchas de las neurodiversidades, pero la alta sensibilidad se estima que puede estar presente en un 20% de la población. Por lo que, ¿de verdad hay tantas diferencias?

Está claro, y esto con respecto a todas las diversidades de las que he estado hablando, que tanto a través de la historia (lo que ha llegado hasta nosotros) o la importancia que se le ha dado a diferentes teorías científicas, lo que es divulgado y conocido es lo que interesa en cada momento. Hay muchas investigaciones que se ocultan porque no interesa o no son lo más aceptado en un momento histórico concreto. Por otra parte, lo que ayer era totalmente admitido, hoy se mira desde otro punto de vista. Y no necesariamente, porque sean teorías o estudios nuevos, sino porque hay muchas teorías o estudios a los que no se le ha dado la importancia suficiente. Por ejemplo: puede ocurrir que, por el machismo imperante en la ciencia, se acallaran teorías formuladas por mujeres, como le sucedió a Grunya Efimovna Sukhareva, que además de hablar del autismo antes que Leo Kanner (al que se le denomina padre del autismo) ya hablaba del autismo en el género femenino, con unos síntomas ligeramente diferentes, cuando durante mucho tiempo se consideró, que este era predominantemente masculino.

 

El lado positivo de las «enfermedades mentales»

Hablando ampliamente, de «enfermedades mentales» o «trastornos», como la  esquizofrenia, el trastorno bipolar o la depresión, hay estudios y teorías que no los presentan solamente desde la óptica de la patología. Desde el ya citado libro El poder de la neurodiversidad, de Thomas Armstron, en el que nos habla del lado positivo de la depresión (sin intentar romantizarla, ni quitarle importancia a su dureza, pues su propio padre la padeció), y en el que también considera que hay varias gradaciones o amplios espectros, esta puede ser un modo de introspección, de reflexión, de búsqueda de sentido, que pasa por un proceso de sensaciones intensas y dolorosas, pero que suponen un crecimiento interior.

En este sentido también tenemos la «Teoría de la desintegración positiva» de Dabrowski, según la cual un individuo puede pasar a lo largo de su vida por diversas desintegraciones (estados de ansiedad, depresión, insatisfacción) que generan un camino de introspección a través del cual se llega a un estado de crecimiento personal (por eso se le considera positiva). Esta teoría se ha ligado sobre todo a las altas capacidades. La depresión, en muchas ocasiones, viene de la compresión profunda, de pensar de una forma más intensa y detallada en el devenir del mundo, en la reflexión, en la búsqueda, y es también fuente inagotable de creatividad. Pero hay una fina línea, que es la que hay que tener cuidado de no pisar: puede hablarse de este lado positivo cuando no te arrasa y te arrastra hasta el precipicio. Puedes mirar al abismo, pero no precipitarte en él.

Rosa Montero, reflexiona en su maravilloso ensayo El peligro de estar cuerda, en el que se zambulle a analizar «la locura» que puede aquejar muchas veces, en este caso, a los escritores. Por qué en muchas ocasiones, todo este tipo de «desequilibrios mentales» lo que hacen es, a costa de una menor funcionalidad en otros aspectos, tener un mayor acercamiento a la creatividad, al análisis profundo. Ella misma se pregunta si no es también rara o incluso si no está «loca». Empieza así: «Siempre he sabido que algo no funcionaba bien dentro de mi cabeza».

Por ejemplo, dentro de las neurodivergencias y «discapacidades físicas y psíquicas», hay muchas personas de éxito y famosas. En estos casos siempre sus «rarezas» o «peculiaridades» son mejor soportadas como excentricidades propias de estrellas o de genios. Pero, si es alguien de la calle, se es mucho menos tolerante con respecto a esto, a pesar de que se puede ser una persona con las mismas capacidades y talentos.

Esta visión desde el capacitismo, de la «discapacidad», era menor en la Antigüedad. Todos acababan teniendo una función, en muchos casos incluso se atribuía a determinados perfiles, como la esquizofrenia, características de índole superior que se pueden asociar a los chamanes, místicos, brujas y brujos… Así, las personas con síndrome de Down tenían una consideración importante, y no eran apartados ni perseguidos ni abandonados, tal como se puede inferir de actuales descubrimientos

¿Y si estamos desafiando a la biología al dar por inservible o menos productivo lo que en realidad tiene un sentido y un cometido? Al igual que la naturaleza sabe regularse sola si no se interrumpe su eterno ciclo vital, ¿por qué no podemos pensar que lo que se trata como un error o descartable tiene una finalidad que no vemos en este mundo tan utilitarista y al servicio de la producción?

 

Una reflexión necesaria

Creo, que, como sociedad, debemos pararnos a reflexionar sobre lo que supone la diversidad, dejar los prejuicios a un lado e intentar comprender a los demás sin encasillarlos en rígidas etiquetas. Puede que, si nos paramos a pensar en toda esta pluralidad, nos sorprendamos al darnos cuenta de que no somos tan normales como nos creíamos. Quizá te des cuenta del esfuerzo que puedes estar haciendo para contener a quien eres en realidad, que estás intentando encajar como una pieza puzle en el lugar equivocado.

Si este mundo en el que vivimos intentara ser más inclusivo, muchas de las dificultades asociadas a estas diferencias desparecerían. Esas personas que se sienten menospreciadas por su raza, su cultura, su religión, su ideología política, su orientación e identidad sexual o por sus «discapacidades» físicas y mentales se sentirían mucho más integradas y no tendrían que esconder quiénes son y cómo se sienten.

Lo que al final parece importar es que se actúe de acuerdo con un promedio, o una imagen artificial. Cuando no actúas de esa forma, cuando no cumples el modelo estándar de la sociedad, eres ignorado y apartado. Lo que ocurre también es que todavía nos escandalizamos ante determinadas conductas que se supone que van en contra de la buena educación, y lo que se hace es contener nuestra naturaleza en ara de las convenciones sociales. Si una persona no sigue el protocolo social acaba siendo señalada. Esto puede ocurrir porque pertenece a una cultura o religión en la que las normas son diferentes, o porque por la propia percepción de estímulos y sensaciones no resulta posible, o no se tiene la capacidad de enmascarar o esconder determinadas reacciones. Por desconocimiento, consideramos exageradas o maleducadas a personas que tienen reacciones «condenables» por la buena educación.

Ignoramos tantas cosas sobre nuestro sistema nervioso. Hablo, por ejemplo, del desorden de procesamiento sensorial, definido por la terapeuta ocupacional Jean Ayres en el año 1972. Debido a esto, puedes tener una hiper o una hiposensiblidad, además de problemas de discriminación6 visual, gustativa, auditiva, táctil, interoceptiva7, propioceptiva8 y vestibular9. Y, por este motivo tener una capacidad reducida, o una incapacidad para poder desenvolverte en determinados ambientes. Frecuentemente, esto está asociado a las neurodivergencias, pero no siempre.

Puede que muchas veces nuestra irritabilidad ante algunas conductas que consideramos molestas venga de nuestro subconsciente, porque a nosotros no se nos ha permitido en repetidas ocasiones, tanto de niños como de adolescentes, o porque nos contenemos y consideramos que los demás también pueden hacerlo. Así que lo que debemos intentar es pensar si los demás tienen una razón para actuar como lo hacen y estar más predispuestos a la empatía y la compasión. Es difícil, porque está en nuestro subconsciente cultural, pero deberíamos ir desterrando las inoportunas y dañinas etiquetas. Seguro que si hacemos un ejercicio consciente de cuántas veces usamos la palabra normal o más bien la frase no ser normal para nombrar un comportamiento o a una persona, nos sorprenderíamos. Intentemos vivir de una forma más consciente y precisa para no herirnos, ni a nosotros, ni a los demás. En demasiadas ocasiones, con los que más duros somos es con nosotros mismos.

 

Las «construcciones de nichos»

En el libro El poder de la neurodiversidad de Thomas Armstrong nos habla de cómo muchas dificultades desaparecerían si se pudieran crear «construcciones de nichos» acorde a cada uno. Las «construcciones de nichos» han sido definidas por el biólogo evolutivo Richard Lewontin, como condiciones que crean los seres vivos para adaptar su entorno a ellos. Esto complementa la teoría de la evolución, en la que se dice que las características y los seres vivos que perviven son los que mejor se adaptan al medio. Pero no siempre es así, por lo que es importante la acción que se realiza sobre el entorno y los seres humanos hemos hecho eso en incontables ocasiones. ¿Por qué no hacerlo de una forma que realmente favorezca a todo el amplio espectro que compone la humanidad de la mejor forma posible, y no solo desde la óptica de la cultura occidental, del sistema capitalista, de la visión capacitista, de la mentalidad heteronormativa?

El cambio más importante para hacer una «construcción de nichos» más general es cambiar el mundo radicalmente, con lo utópico que esto es, y probablemente tendrá que pasar mucho tiempo para que esto ocurra. Lo que hay que hacer es ir creando conciencia e ir educando en los diferentes ámbitos de la vida.

 

El primer ámbito educativo: la familia

Desde luego uno de los primeros y principales ámbitos educativos 10es la familia. Uno de los más complicados, pues es el que está más comprometido emocionalmente. Muchas veces desde aquí es difícil educar con imparcialidad, o sea, no dejar que tus propias vivencias y cómo te han tratado y educado en la infancia, no emerja y «contamine» la forma en la que quieres hacerlo tú. Se trata de dejar atrás ese bagaje educativo que llevamos grabado en la mente sin ser ni siquiera conscientes y reaprenderlo todo. Poder construir a una persona sin tantos condicionamientos, sin tantas comparaciones e intentando que aprenda a ser ella misma sin culpa, sin miedo, que se conozca y que sepa hasta dónde puede llegar y cómo evitar o sobrellevar lo que le limita, le abruma y le estresa. Conociéndose de verdad a uno mismo y no dejándose llevar por los demás es mucho más fácil adaptarse y hacer para sí mismo una mejor adaptación del entorno dentro de sus propias posibilidades.

 

El segundo ámbito educativo: el sistema educativo

El segundo y obvio ámbito educativo es desde las guarderías, pasando por los colegios hasta llegar a institutos, universidades…. Aquí se puede llegar a los niños y completar o en algunos casos comenzar de cero el tipo de educación que ya he mencionado en el ámbito familiar. Desde aquí y de la forma adecuada se pueden detectar cuáles son las necesidades que hay que apoyar o las potencialidades que hay que aprovechar y motivar para un mejor desarrollo y realización de los niños de cara a su futuro. Quiero pararme a analizar un poco este tema tan importante.

Creo que lo más importante es subrayar que para que pudiera haber un cambio importante en el sistema educativo este tema debería ser una prioridad en los presupuestos del Estado o en las partidas presupuestarias de las autonomías, y debería haber una profunda revisión de las leyes educativas en las que realmente se implicaran profesionales de la enseñanza (profesores, psicólogos, pedagogos…), además de involucrar a diferentes colectivos para estar representados de la mayor forma posible. Una ley educativa que pudiera ser lo suficientemente estable en el tiempo y que no cambiara cada vez que cambie el partido que esté en el poder, por lo que debería tener en cuenta también y representar la mayor parte de las ideas. Para que de esta forma haya estabilidad y permanencia de dicha ley y se pueda aplicar, perfeccionar y trabajar con ella de una forma más continua en el tiempo. Parece bastante complicado, y hasta desmotivador, tener que estar cambiando y adaptándose constantemente a normativas diferentes. Obviamente siempre es bueno seguir formándose, aprendiendo e innovar. Pero es innecesario y además resta para invertir tiempo en precisamente una formación de calidad, estar cumpliendo unas tareas de adaptación periódica a la nueva ley de turno.

El motivo por el que subrayé al principio que es urgente y necesario dotar de una mayor partida presupuestaria a la educación, es que no se entiende que no se haga siendo, como es, un pilar fundamental en nuestra sociedad. Teniendo en cuenta, además, que en muchos o la mayoría de los casos no está funcionando de la manera óptima en que deberían hacerlo, porque se necesitan más profesores, más personal de apoyo, más personal y medios para los equipos de orientación. También sería importante que se les ofreciera y pudiera tener acceso a una formación de calidad, en la que estuviera a su alcance la posibilidad de seguir formándose y especializándose siempre desde el contenido útil. Una formación orientada más desde la práctica y la utilidad, y no tanto con conceptos teóricos que al final hace que sea, probablemente, mucho más difícil de aplicar.

Lo que no es posible es que, tal como están ahora las cosas, un profesor consiga prestar la atención suficiente que requiere el principio de individualización (que hoy en día sí está recogido en la normativa). Con una ratio mínima de 25 niños por aula resulta muy difícil conocer y ayudar de la forma en que sería ideal a cada niño para desarrollar su potencial y ayudarle a encaminar su vocación.

Además, es necesario revisar la forma en la que se asigna el personal de apoyo. No puede ser que se tengan en cuenta el número de clases para esto, sin profundizar en las necesidades que realmente hay en cada centro escolar. Que se pueda implicar realmente de una mejor educación en todos los niños en general y dando realmente el apoyo que necesite cada niño de forma individual.

También hay una parte importante que depende de nosotros, los padres, que debemos hacer un ejercicio de confianza y colaboración desde el respeto con el personal docente. Cuando nos dedicamos a poner obstáculos continuos desde la crítica constante, desde la censura, no ayudamos a su motivación, a la búsqueda de lo que realmente creen que sería bueno desde su experiencia y su formación, algo que nosotros no tenemos. Siempre es importante hablar desde el respeto, desde la empatía y desde las ganas de ayudar. Es importante, desde luego, aportar información de nuestros hijos y de la mejor forma de llegar hasta ellos, conocer sus peculiaridades y darles un grado de confianza para poder desarrollar su proyecto educativo. Y, por supuesto, tener una buena y fluida comunicación tanto con el centro como con el personal que trabaja con nuestros hijos, conocer como trabajan, proponer ideas, y crear un ambiente de confianza y cooperación.

Hoy en día en el sistema educativo, hay tres niveles desde los que se adapta su funcionamiento:

  • En el primer nivel tenemos la legislación estatal y autónomica que es la que regula, da los cimientos sobre los que se han de funcionar los centros escolares. Aquí están recogidas las ratios que hemos comentado, el personal de apoyo, los protocolos que se deben seguir con respecto a las diversidades (tanto culturales, religiosas, sexuales, neurológicas, físicas…), los objetivos que es necesario cumplir en cada etapa, además de las áreas de conocimiento y asignaturas junto con los objetivos a los que llegar en cada ciclo en educación primaria, lo mismo en la educación secundaria obligatoria y los itinerarios de bachillerato.
  • En el segundo nivel están los centros educativos que, adaptando las normativas del nivel 1, crean un proyecto educativo de la filosofía formativa con la que quieren trabajar, los métodos pedagógicos que quieren utilizar, los principios éticos y morales con los que se identifican y quieren inculcar y con los que se quieren relacionar.
  • En el tercer nivel está el profesor, que ha de adaptar su forma de enseñar a los otros dos niveles anteriores, si bien muchas veces en los centros educativos pueden ser más flexibles y dejarles más libertad, o ser más rígidos por querer que apliquen el proyecto educativo que se han esforzado en construir. De hecho, los padres podemos sentirnos contrariados si una vez elegido un colegio que concuerda con nuestras ideas y que valoramos por su metodología, el profesor que da clase a nuestro hijo tiene una forma de impartir las clases y educar diferente. También es verdad que la parte negativa es que muchas veces el profesorado puede sentirse muy limitado y desanimado por no poder desarrollarse de la forma en que querría, ya que ellos en muchas ocasiones no tienen libertad de elección. Para que en este nivel los profesores puedan comprender y seguir mejor el proyecto pedagógico del centro, sería recomendable que los colegios invirtieran en formación para transmitir a los nuevos docentes el porqué de su método educativo. La idea sería que compartieran con ellos la forma de llevarlo a cabo y les asesoraran en el proceso de adaptación al centro, con nuevas ideas. Además, podrían después, a través de reuniones periódicas, resolver entre todos los desafíos que se les fueran presentado, haciendo de la enseñanza un reto conjunto.

En cuánto a la metodología pedagógica, creo que el problema es que no se tienen todavía muy en cuenta las necesidades y peculiaridades de los niños. En muchos casos, se siguen utilizando demasiado como guía los libros de textos. Y, aunque pueden ser un buen apoyo, se debería apostar por una forma de trabajo más intuitiva, manipulativa y en la que se tengan en cuenta los intereses de los niños y se incentive la curiosidad y la investigación. En muchas ocasiones precisamente las dificultades escolares vienen de la forma pasiva, sedentaria y desmotivadora de aprender, y al final los más perjudicados son los que tienen unos perfiles «diferentes». Hay que matizar, en cuanto al uso de los libros de texto, que parte del problema es que, según la normativa, deben quedar elegidos los materiales para el siguiente curso antes del 15 de junio. Muchas veces, los centros a esas alturas no saben con qué profesores van a contar el curso siguiente, pero tienen que dejar elegidos los libros. Cuando el profesor se incorpora en septiembre se encuentra con un material que quizá no quiera usar, pero que es el que se adapta al ideario del centro educativo. Otro problema es que, además, si los padres ya han comprado este material, para el profesor es bastante complicado pedir a las familias que compren otro material distinto.

Si los niños pudiesen sentirse más vistos y comprendidos, si en realidad pudiesen percibir que la educación tiene un objetivo, si sintieran que pueden aprender desde el juego11, si cambiásemos la típica clase estática en la que tienen que aprender sentados en sus pupitres12, si pudiese tener más peso en la educación el período sensible en el que se encuentra el niño, se facilitaría mucho el proceso de aprendizaje. Pasarían a tener un protagonismo en su propia educación, lo que haría que se sintiesen más integrados y con menos problemas de adaptación. Además, sería importante una educación en la que se hablase de las diferentes diversidades. Que se aprendiera en conjunto de las diferencias que se integran dentro de la normalidad, toda la comunidad educativa, los niños e incluso los padres. Participar en jornadas donde se aprenda de las diferentes culturas, distintas formas de ser, sentirse y aprender, de ver el mundo.

Hace falta que el personal docente se actualice y se comprometa, que tenga ganas de seguir aprendiendo, de enfrentarse a retos. Hace falta también, como ya he dicho anteriormente, que las familias no seamos un freno. Y, sobre todo, como ya he dicho también, que se cambien muchos impedimentos desde arriba, desde el nivel 1.

Creo que es importante adaptar las instalaciones de los colegios, aunque claro, con un importante compromiso de las Administraciones Públicas. Hacer de los colegios lugares adecuados realmente a las necesidades de los niños, donde estos puedan circular con más libertad, sin una supervisión tan constante.

¿Cómo sería tu colegio ideal? ¿Cómo te sentirías motivado a aprender si te preguntaran a ti? En mi caso, no me sentía motivada a estudiar, no veía la finalidad en muchas ocasiones. Creo que una forma de motivar es concebir la enseñanza desde la investigación y la curiosidad, sin libros de texto, aprendiendo a buscar la información que quieres usar y aprender. Salir a explorar, conocer la naturaleza, aprender cómo se llama lo que nos rodea. Que los niños pudieran dirigir un poco su aprendizaje, que se crearan grupos en los que niños pudiesen aprender unos de los otros, aprendiendo a colaborar entre ellos (podrían ser incluso de diferentes edades). Que quizá se pudiese elegir un itinerario formativo desde antes de bachillerato, pudiendo ir ya, con ayuda de los docentes, dirigiendo la formación hacia las aptitudes de cada uno.

 

El tercer ámbito educativo: la sociedad

El tercer ámbito educativo es la sociedad. Y es quizá el ámbito más peligroso, pues engloba desde los medios de comunicación hasta las redes sociales y todo el entorno, con todo el riesgo que tiene no saber filtrar la información y la enorme influencia que poseen determinados personajes y el auge de la extrema derecha. Esta situación no permite que en la actualidad la actitud predominante sea la tolerancia. Dentro de este ámbito de la sociedad se debería fomentar una cultura integradora, que dé representación a toda la diversidad, aunque en muchos casos se está viendo mucho rechazo precisamente a esto, se critica mucho la industria cinematográfica, por poner un ejemplo, por tener una cuota racial, de género, y más tipo de diversidades. Pero es un hecho que si unos agentes tan importantes en la difusión como la televisión y el cine dan mayor visibilidad a esto, se puede hacer más fácil de asumir. Si vemos y leemos más contenido con diversidad racial, religiosa, sexual, con personajes con «discapacidades», siempre podremos vivirlo y comprenderlo de otro modo.

Además, aprendiendo a vivir de otra forma, en la que muchas veces se eliminaran barreras y estímulos desagradables, se mejoraría mucho la adaptación de todo tipo de perfiles. Sé que es muy difícil, pero sería incluso mejor para el planeta eliminar muchas veces tanto exceso que produce una sobre estimulación, tanto de luces, como de sonidos, como tanta masificación. Pero esto es simplemente un apunte que dejo, asumiendo que hoy en día es imposible. Lo que sí se puede es volver a estar cada vez más en contacto con la naturaleza, que es la que nos brinda la paz que necesitamos.

 

Un cuestionario acerca de la normalidad

Con la idea de ver lo que se piensa acerca de la normalidad, y los criterios que se podrían usar para definirla he creado un cuestionario al que han respondido 213 personas. A todas les agradezco inmensamente su colaboración. Además, el feedback que me ha llegado ha sido muy positivo: muchas personas han reflexionado acerca de la normalidad gracias al cuestionario y han mostrado mucho interés en ver el resultado y leer este artículo. Evidentemente, no es una muestra lo suficientemente relevante como para sacar conclusiones absolutas, pero aun así me parece importante y me ha sorprendido muy gratamente. Puede que aquí tenga que agachar la cabeza y darme cuenta de que yo misma puedo estar influenciada por los prejuicios y tengo que reconocer que, quizá, no estemos tan mal preparados para un cambio, para una apertura hacia lo diferente. En muchas ocasiones, lo que realmente falla es la falta de información, que hace que se tengan unas ideas equivocadas, que haya temor y desconfianza.

Sin más dilación, vamos con el cuestionario y sus respuestas. Vamos a compartir y analizar las 21 preguntas que proponía en mi cuestionario:

 

1. ¿Te consideras una persona normal?

 

Te consideras una persona normal

Es curioso ver cómo, de forma rotunda, solamente se consideran normales un 50,7%, poco más de la mitad de la muestra, por lo que volvemos a preguntarnos: ¿de verdad las personales «normales» son una mayoría? Es cierto que claramente «no normales» se considera un 16% de la muestra, pero esas dudas me parecen significativas en un 33,3 % que no sabe si podría considerarse normal, quizá por no habérselo planteado o por no saber en ese momento en que contexto se situaba esta pregunta.

 

2. ¿Qué es para ti ser normal?

Esta pregunta no contaba con respuestas cerradas para elegir. Mi idea era que las personas contestaran con sus propias palabras qué ideas tenían sobre lo que es una persona normal. Haa sido respondida por un total de 181 personas (la respuesta era opcional). Hay muchas respuestas del tipo «ser normal es estar dentro de una mayoría, estar dentro de la norma, estar sano, incluso ser empático con los demás, seguir las normas, ser educado, no buscarse problemas, no llamar la atención, ser buena persona, estar en el promedio de la sociedad».

Pero quiero dejar algunas de las definiciones que más me han llamado la atención y que espero que os hagan reflexionar también vosotros al respecto:

  • «Ser como piensa la sociedad que hay que ser».
  • «Esta pregunta tiene tela, porque cada uno es como es, no entiendo que se tenga que ser normal, sino como te sientes. Ahora lo normal para la sociedad, seguir las reglas que, desde hace mucho tiempo, nos dicen unos señores que hay que seguir».
  • «No hay normalidad».
  • «No podría dar una respuesta concreta, simplemente pienso que hay mucha diversidad y que cada uno puede tener su propia concepción de normalidad. No creo que haya una respuesta correcta, ya que alrededor del mundo, la gente tiene diferentes concepciones acerca de la normalidad».

 

3. ¿Te tienes que esforzar para ser normal?

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Aquí las respuestas han sido también bastante significativas. La mayoría de las personas que han contestado, de alguna forma sienten que se tienen que esforzar para cumplir las expectativas de lo que se supone o imaginan que es ser normal. Este esfuerzo, desde luego, conlleva una gran carga y desgaste que sería interesante evaluar. ¿Qué supone para las personas hacer ese esfuerzo extra para sentir que encajan, para poder sentir que pertenecen a un colectivo, a la sociedad? ¿Cuáles son las implicaciones de tener que fingir, en muchas ocasiones, ser de una forma que en realidad no eres?

Ahora las preguntas van orientadas hacia muchos de los puntos que he tocado en el artículo, y aquí también es donde me he sorprendido, porque en ocasiones me esperaba (y lo digo sintiéndome culpable) mucha más intransigencia.

 

4. ¿Incluirías el color de la piel para definir la normalidad?

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La respuesta, absolutamente mayoritaria, habla por sí misma. Ojalá en una muestra más abundante se mantuviera en estos niveles. Podría concluirse que, por fin, después de tanto tiempo, hay más tolerancia y menos racismo.

 

5. ¿Incluirías la orientación sexual para definir la normalidad?

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Otra respuesta en la que podría verse el avance hacia una mayor tolerancia, en este caso hacia las diferentes orientaciones sexuales, que hace tener la esperanza de que, por fin, a estas alturas del siglo XXI, se normalicen las diferentes formas de amar y relacionarse.

 

6. ¿Incluirías la identidad sexual para definir la normalidad?

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En este caso, lo que podemos observar es que la identidad sexual todavía no es totalmente asumida, o comprendida. Pero, la verdad, era mucho más pesimista respecto a los resultados. Puede que se entienda de una forma más artificial, sin tener en cuenta que biológicamente se contemplan identidades sexuales diferentes a las asignadas por el cuerpo con el que se haya nacido.

 

7. ¿Incluirías la identidad cultural para definir la normalidad?

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Aunque las respuestas a esta pregunta son bastante alentadoras, se percibe un grado de aceptación menor en la identidad cultural que con respecto a la raza. Todavía hoy nos cuesta aceptar la normalidad fuera de nuestra visión etnocéntrica, sobre todo en la cultura occidental. Aunque, también desde un ángulo diferente, otras culturas también miran con desconfianza nuestras costumbres, a pesar de que el mundo está bastante «occidentalizado».

 

8. ¿Incluirías la espiritualidad para definir la normalidad?

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En esta pregunta, a pesar de mi completo ateísmo me ha sorprendido ver cómo las diferentes concepciones de espiritualidad y las diferencias en las creencias religiosas pueden ser todavía una cuestión tan espinosa. A pesar de lo que yo pueda pensar, que hoy en día cada vez tienen menos sentido las religiones (han tenido su función en el pasado, imponer un determinado código moral, unas reglas, han servido para explicarse entre otras cosas de dónde venimos y hacia dónde vamos), me sorprende que haya todavía tantas suspicacias. Lo que debe haber es un respeto mutuo.

 

9. ¿Incluirías la ideología política para definir la normalidad?

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Otra cuestión difícil, sobre todo en este clima crispado en el que vivimos, ahora más que nunca influenciados por factores externos que modelan lo que quieren que pensemos, que nos incitan al odio, al enfrentamiento. Solo hay que asomarse un poco a las redes sociales para ver tanto odio vertido a causa de la política. Creo que es una de las cuestiones más inquietantes y que más problemas pueden traer en el futuro.

 

10. ¿Incluirías la salud mental y física para definir la normalidad?

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Estamos llegando a la parte que en la que creo que hay más incomprensión, más fruto del desconocimiento y falta de información que otra cosa, porque asimilamos normalidad y salud. Pero ¿debería ser así? Es una de las cuestiones más dolorosas, la frustración, la impotencia de no poder seguir el ritmo que en teoría ha de seguir «una persona normal».

 

11. ¿Incluirías las condiciones como autismo, TDAH, etc., para definir la normalidad?

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Otra cuestión que puede entenderse en términos de desconocimiento y miedo, como he intentado argumentar en el artículo. La visión patológica y capacitista que tenemos de estas condiciones hace mella. Más que personas «normales», y «no normales», sería mejor en tal caso hacer uso de los términos «neurotípico» y «neurodiverso».

 

12. ¿Qué piensas de las personas con TDAH?

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13. ¿Qué piensas de las personas con autismo?

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14. ¿Qué piensas de las personas con altas capacidades?

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15. ¿Qué piensas de las personas con dislexia/discalculia/disgrafia?

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Para mí estas respuestas han sido una sorpresa y un motivo para el optimismo: parece haber una aceptación de las diferencias en el funcionamiento del cerebro, que choca un poco con las contestaciones si estas condiciones se incluyeran para definir la normalidad de las personas. Aunque puede ser que estas respuestas se basen más en la aceptación desde la diferencia.

 

16. ¿Crees que debería haber más divulgación sobre las neurodivergencias?

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Otra gran sorpresa: parece que hay bastante interés en el conocimiento para una mejor compresión. Me encantaría que, como lector de este artículo, este te estimulase a buscar más información para alcanzar una mayor compresión.

 

17. ¿Cuál de estas afirmaciones te parece más acertada?

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Cuando escribí la respuesta «No debería usarse la palabra normal, el mundo es maravillosamente diverso», no imaginaba que un 75,1 % de los encuestados la elegiría. Me parece precioso y maravilloso que realmente se piense esto. Lo que me hace darme cuenta de que quizá, muchas veces, tal como he citado en algún momento del artículo, es más lo que nos pesa de lo aprendido, que nos sale de forma subconsciente, cuando etiquetamos a algunas personas.

 

18. ¿Crees que la sociedad está adaptada solo para la gente normal?

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La respuesta mayoritaria me parece maravillosamente empática. Espero que de verdad sea posible, y que se puedan hacer adaptaciones más generales, que mucha gente no sienta que no van en contra suya porque consideran que lo mejor es lo que se ha hecho siempre. Cuántas veces ocurre esto, por desgracia.

 

19. Ahora, ¿te sigues considerando normal?

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Lo que han contestado en la opción otros:

  • Me gusta más la definición común, normales somos todos, cada quien dentro de su normalidad.
  • Depende a qué llamemos normal.
  • Puedo ser normal o no dependiendo de lo que se entienda por normal.
  • Depende de lo que sea normal.
  • No soy normal.
  • Me siento igual.
  • No me corresponde a mí contestar, yo soy como soy.
  • ¿Qué es ser normal? Ser lo más parecido a la mayoría de las personas de tu zona/país, tanto físicamente como en cuestión de hábitos, capacidades, etc? No me gusta ese concepto usado con personas. Cada persona es un mundo y muchos de los que dicen ser normales solo buscan aceptación. Lo importante es ser feliz, buscar las cosas que a cada uno le hagan feliz y apreciar la diversidad como algo positivo.
  • No debería de diferenciarse a la gente con la palabra «normal».
  • No hay gente normal y no normal.
  • La sociedad es quien te «subtitula».
  • Para mí, sí.
  • Mejor cambiar la palabra, soy y ya es mucho :)
  • De nuevo, no podría dar una definición exacta de lo que es ser normal y tampoco creo que sea necesario, ya que cada uno tiene su propia concepción y reducir el comportamiento humano a un concepto tan especifico limita mucho la diversidad.

 Esta pregunta tiene una historia. Tras haber lanzado el cuestionario, hubo una persona —a la que además quiero mucho—, que me confesó, que no contestaría lo mismo a la que pregunta con la que lo encabezo, «¿te consideras una persona normal?», después de haber contestado el resto de las preguntas y reflexionado sobre el tema, así que la añadí, pero me apena no poder contrastar exactamente los resultados con la primera pregunta al haber un número menor de respuestas. La disminución de un 50% a un 33% sería bastante significativa y podría indicar que, después de plantearse los motivos por los que podríamos etiquetar a alguien como normal o no, las personas encuestadas se han dado cuenta de que al final no somos normales o no, todos somos diversos.

 

20. ¿En qué franja de edad te sitúas?

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21. ¿A qué género perteneces?

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Una de las opciones escrita en el apartado «otros», que por cierto me ha gustado mucho.

  • Soy mujer, pero aprovecho el único espacio de texto libre para puntualizar mis respuestas en cuanto a color de piel, religión etc. En todas he respondido que sí porque la diversidad, particularidad o diferencia no es en sí una anormalidad. La diversidad es normal. Las personas neurodivergentes son totalmente normales. Gracias por dedicar tiempo a estos temas.

En cuanto a las dos últimas preguntas, nos pueden servir para orientarnos un poco. Quizá las mujeres en una franja de edad de entre los 36 y los 50 años sean más tolerantes. ¿Hubieran cambiado los resultados en caso de que estos porcentajes cambiasen?

 

Una reflexión personal

Para terminar, quisiera hacer una reflexión personal sobre el motivo de escribir este artículo y, sobre todo, a cuento de los resultados del cuestionario. Creo que al final llega un momento en que necesitas profundizar y preguntarte el porqué de tu rareza, este intento de ordenar y estructurar el porqué del sentimiento de marginación y soledad.

He intentado cuestionarme si realmente solo algunos somos raros o si en realidad no somos una minoría, y me ha dado por preguntarme sobre el concepto de normalidad. El hecho de sentirme fuera de ella ha hecho que me aislara y construyera muros que muy pocos pueden saltar. Pero ¿y si al final la normalidad es algo bastante ilusorio? ¿Y si muchas personas prefieren no indagar sobre ello y simplemente amoldarse al mundo fingiendo y disimulando? Puede que a veces en mi forma de cerrar puertas y construir murallas haya prejuicios que también yo tenga que aprender a vencer, y pensar que cada comportamiento tiene un motivo, aunque no lo comprendamos ni podamos compartirlo, y que los obstáculos nos los acabamos poniendo nosotros mismos.

Para terminar, me gustaría dejaros mi correo electrónico, para que, si alguien quiere compartir conmigo si lo que he escrito le ha hecho reflexionar o descubrir que en el fondo es menos normal de lo que creía. Es mi manera de abrir un poco las puertas.

Correo: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

Notas

1 Se produce cuando un niño nace con al menos un cromosoma X extra y en vez de 46 tiene al menos 47, en cuya caso es XXY. A pesar de nacer con pene y testículos, como son de un tamaño menor, no pueden generar suficiente testosterona. Son infértiles y tienen rasgos femeninos; en la pubertad se produce un aumento en el tamaño de las mamas, de grasa en la zona de la cadera y escaso bello facial y corporal.

2 Población indígena de Chile y Argentina.

3 El capacitismo (el prejuicio basado en la capacidad) es la suposición de que las personas sin discapacidades son la norma en la sociedad, y que las personas con discapacidades deben esforzarse por convertirse a esa norma o deben mantener su distancia de las personas sin discapacidad.

4 Es un término acuñado en los años 90 por la socióloga Judy Singer, en principio para la comunidad autista y que después se ha ampliado a otras condiciones como el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad), los trastornos de aprendizaje, esquizofrenia… La idea es subrayar que no se tomen como enfermedades cuando simplemente lo que tienen en común es que su cerebro procese la información de forma diferente. Algunos autores también incluyen la Alta Capacidad y el Síndrome de Down.

5 Fibromialgia, intolerancias alimentarias, síndrome de fatiga crónica, síndrome de intestino irritable, migrañas y cefaleas tensionales.

6 Dificultades para diferenciar dos sensaciones similares.

7 Estímulos y sensaciones producidas por los órganos internos del cuerpo.

8 Percepción inconsciente de los movimientos y de la posición del cuerpo, independiente de la visión.

9 Regula el sentido del movimiento y el equilibrio, nos permite ubicar nuestro cuerpo en el espacio.

10 Son los espacios más apropiados para el desarrollo de la educación.

11 A través de él comprenden el funcionamiento del mundo, aprenden, fomenta la creatividad, la cooperación, la negociación entre ellos.

12 Todavía hoy en día no se comprende que en realidad muchos perfiles aprenden mejor en movimiento.

 

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